NOCTAMBULA

Desde hacia un rato estaba segura de que Morfeo no pensaba venir en mi auxilio. Salí a la terraza, la temperatura era cálida y el cielo estaba claro y estrellado, observé que no pasaba gente por la calle. Un paseo por la ciudad solitaria no era mala idea, obviando el peligro que podía significar, me vestí y me lancé a la noche urbana. El aire era suave y sin ninguna fragancia concreta, no había locales abiertos y ya había pasado el camión de la basura; a lo lejos se veía un vehículo que lentamente entraba en el garaje del edificio. A poca distancia el pestañeo de una farola llamó mi atención de forma instantánea, me fijé con más detenimiento cual era el motivo de ese extraño parpadeo. Una sensación de angustia invadió mis sentidos bruscamente, en apariencia todo estaba normal y no entendía el motivo de mi inquietud. Seguí caminando y convenciéndome de que no pasaba nada. De repente, casi como salido de una alcantarilla o descendido de las alturas, un hombre se acerca a mi lentamente. Su aspecto es impecable dentro de la normalidad, me gustan los hombres vestidos con absoluta perfección, modernos y sin estridencias. Y éste lo estaba, como si conociese mis gustos. Su belleza es rotunda, ojos marrones y pelo castaño, piel traslúcida y delicada. Excesiva y desconcertante perfección para la hora. La velocidad de mis pensamientos anulaba mi poder de reacción, no sabía si empezar a correr, si quedarme quieta y sonreír, si disponerme a morir, si invitarlo a dar el paseo conmigo o a tomar una copa. Pero, dónde había un sitio abierto y con gente. Mientras se acerca, su boca esboza una sonrisa tan tierna y tan cálida que derriba la zozobra de mis sentidos...